Misioneros Combonianos Colombia

Bienvenidos a la zona vocacional de los Misioneros Combonianos en Colombia: Hermanos, sacerdotes y laicos trabajando en 38 países de cuatro continentes, entre ellos, Colombia, al servicio del Evangelio entre los más pobres y más abandonados. Entra a nuestros menús; conócenos y contactanos. ¡Solo nos haces falta tú! 

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"No tengas miedo a responder al llamado de Dios"

Mensaje de nuestros seminaristas combonianos

EL NOVICIADO COMBONIANO: TIEMPO DE ENCUENTROS PROFUNDOS   
Cuando un(a) joven pide ingresar a un Instituto religioso entra en una escuela de crecimiento humano y espiritual que le permite afinarse a sí mismo como persona y degustar a mayor profundidad su mundo espiritual. En el Instituto de los Misioneros y Misioneras Combonianos esto implica además una primera experiencia con lo misionero y con eso que llamamos “comboniano”.   Lo que aquí deseo compartirte son algunas vivencias de un grupo de jóvenes que habiendo terminado esa etapa inicial se han embarcado en otra nueva que les ha marcado mucho en su búsqueda de felicidad y en su deseo de ser instrumentos valiosos de Dios en medio del pueblo. Ellas son 9 jóvenes que ahora se encuentran realizando su experiencia de noviciado como preparación para una vida misionera comboniana en el mundo. Vienen de Perú, Ecuador, Brasil y El Salvador. Ellas son hijas de este mundo moderno, globalizado, cambiante, de una sociedad llena de ofertas “mundanas” pero al mismo tiempo mantienen su sed de trascendencia y siguen buscando encuentros profundos con el otro, especialmente con el pobre. Por eso llegan con sus miedos pero también con sus sueños y sus dones.   

Un tiempo nuevo
Entrar al noviciado significó para estas jóvenes experimentar cosas por vez primera: “fue cuando salí por primera vez de mi país”, “fue encontrar nuevas hermanas que no había conocido antes”, “significó extrañar mis comidas preferidas, mis amigos, mi lengua materna”, “empecé a conocer mejor quien es San Daniel Comboni”, “en el noviciado empecé a conocer el amor misericordioso de Dios”, “me ha cambiado el ritmo de vida pues yo vivía muy agitada entre el trabajo, estudios, familia  y actividades en la Iglesia”, “me ha ayudado a vivir más centrada, mas integrada”   Para conocer la novedad de Dios en nuestras vidas es necesario salir no solo de un lugar físico sino también de nuestros egos adorados. Implica conocer nuevos compañeros de camino y descubrir que juntos habíamos sido llamados desde contextos e historias distintos y de repente caminamos juntos entusiasmados por un mismo ideal. El noviciado invita a encontrar aquellos modelos que inspiraran siempre nuestra vida como consagrados y como combonianos, en especial a Jesucristo y a San Daniel Comboni. Es ante todo un tiempo para ser auténtico consagrado, auténtico misionero y autentico comboniano.   

Un tiempo de Dios
En el noviciado la dimensión espiritual se convierte en uno de los centros de atención, de cuidado y de celebración. Así nos lo dicen nuestras novicias: “He visto como el Espíritu Santo trabaja en nosotras y nos conduce a la unidad”, “este tiempo me ha ayudado a experimentar como Dios actúa cada día en mi vida y me habla y me conduce por medio de su Palabra”, “a través de la oración y el discernimiento me ha permitido responder con libertad al Señor”, “a través de una experiencia con los desplazados en Bogotá y de experimentar mi impotencia para ayudarlos reforcé el sentido de confianza en Dios y de la oración”, “me ayuda a cultivar el silencio en mi interior y a través de la oración me hace sensible al actuar de Dios en la historia y en mi vida”, “me capacita para educar mi mente, mi corazón y mi voluntad para una vida de misión y para confirmar mi “si” al Señor”,  “es en el silencio de la oración diaria donde recibo fuerzas para superar los conflictos, donde me siento cuestionada, donde crezco en amistad con Jesús, razón única de mi entrega”.   

Un tiempo para la fraternidad
En el mundo moderno tan marcado por individualismos aplastantes y una masiva “tecnologizacion” de las relaciones humanas donde los aparatos se convierten en nuestro altar de devoción estas novicias nos comparten la alegría del encuentro con el otro, del compartir alrededor de la comida, del deporte, de la fiesta: “he crecido como persona en el encuentro con mis hermanas, en la alegría, la amistad, el cariño, el acompañamiento en los momentos difíciles, también en el trabajo en equipo donde cada una aporta según sus dones y capacidades”, “no siendo fácil vivir con hermanas de otras culturas aprendí a conocer y aceptar las diversidades y empecé a ver el gran valor de las culturas y la actuación de Dios en la diversidad como parte de mi carisma”.   

Nosotros vivimos en comunidades donde compartimos nuestra vida con otros hermanos. Es un desafío y no es fácil. Los apóstoles venían de edades y oficios muy distintos pero lo lograron por que los unía el ideal del Maestro. Hoy es posible cuando también nos abrimos al don del otro. Hoy nuestras comunidades son un signo de protesta a ese slogan tan marcado de nuestra cultura de “sálvese quien pueda”.  Es claro entonces que estas jóvenes son como todos los jóvenes de este tiempo: temerosos y soñadores pero capaces de asumir riesgos y ellas lo han hecho por lo que les da sentido: ser de Dios y ser para los últimos de la tierra que también son seres humanos e hijos de Dios. Por eso les dejo con las palabras de una de ellas que bien refleja su felicidad más profunda: “Soy testigo de lo que Dios puede hacer por nosotros por puro amor. Él dio sentido a mi vida que era tan vacía y triste. Sentirme amada y llamada a vivir con Él me ha hecho capaz de creer en mí y creer que Él puede hacer obras grandes en mí, más allá de mis limitaciones y mi pobreza. A Él gracias por no dejar caer la obra de sus manos”.

Padre Luis Alfredo Pulido Alvarado, MCCJ

Ser misionero comboniano... ¡Vale la pena y la vida!